domingo, 28 de febrero de 2016

¿CUÁNDO SE PIERDE EL PARAÍSO TERRENAL?

¿Qué es la venganza? ¿Por qué el hombre tiene este afán infinito de venganza, motivo por el cual inventa las llamas eternas, la Gehenna? ¿Cuándo surge la venganza? ¿De dónde surge? ¿Por qué surge? Para conocer al hombre debo descender mucho, ¡pues estoy tan elevado!, para conocer al hombre debo descender hasta la cloaca inmunda en la que habita, a fin de que después de hundirme en la realidad, después de profundizar en la realidad, pueda, cuando retorne a la luz, extraer de esa realidad, extraer de ese enterrarme en la realidad, la redención misma del pecado más abominable del hombre–: el repudio de esta vida, el nihilismo...


Para entender cuándo surge esa hostilidad, para entender cómo surge, de qué surge, es menester, en primera instancia, hallar el estado patológico más grave del hombre, el más propicio que sirva como caldo de cultivo para la enfermedad más nauseabunda del hombre. Debo estudiar, analizar, comprender la época del hombre en la que sufre más, la época del hombre en que es el sufrimiento mismo, en que se presenta la quinta esencia del sufrimiento, del displacer, una época de displacer continuo que es llamada pubertad. ¡Aunque hay que aclarar que todo hombre es un adolescente latente! ¡Hay que aclarar que todos los hombres adolecen de esa enfermedad de la juventud que es el afán infinito de libertad!

¿Por qué sufre tanto el joven? ¿De dónde sufre tanto el joven? ¿Por qué ha dejado la infancia feliz para recalar en esa mar turbulenta y fétida que es la pubertad? ¿Qué ocasiona el sufrimiento de la pubertad?... Si el Paraíso es la infancia, es decir, una metáfora de la infancia, la pregunta es cuándo se pierde el paraíso, y por qué. ¿Cuándo se pierde el Paraíso? ¿Por qué se pierde el Paraíso? El Paraíso terrenal se pierde en la pubertad, porque el adolescente empieza a vislumbrar a la muerte, porque el adolescente empieza a adquirir conciencia de la muerte.

¿Por qué pierden Adán y Eva el Paraíso? Porque desobedecen a Dios, porque se rebelan contra Dios. ¿Y no es la desobediencia, no es la rebeldía una de las señas de identidad de la pubertad? ¿Y por qué se rebelan los adolescentes, no contra Dios, sino contra sus padres? ¿Por qué los adolescentes desobedecen a los padres, por qué los odian? ¿Por qué quieren mandar sobre los padres, como esos otros adolescentes perpetuos, los demócratas, quieren gobernar sobre los gobernantes? ¿Por qué el adolescente se siente asfixiado por sus padres, como algunos demócratas se sienten asfixiados por los gobernantes? ¡Cuando en realidad son los demócratas los que asfixian a los gobernantes!

¿Por qué los adolescentes tienen ese afán infinito de libertad, como los demócratas, como Segismundo, el protagonista de La vida es sueño? ¿Se ha entendido esta obra de Calderón de la Barca, que tanto fascinaba a Schopenhauer, pues resumía su nihilismo todo? ¿Se ha entendido por qué Segismundo desea la libertad, desea liberarse de la cárcel en la que lo ha apresado–: su padre? ¿Acaso porque Segismundo odia haber nacido? ¿Acaso porque Segismundo cree que nacer es un delito? ¿Acaso nacer es un delito? ¿Para quien odia haber nacido, para quien cree que nacer es un delito, no sería la vida misma la peor de las cárceles, la más terrible, pues está condenado a morir? ¿No es el padre quien encierra a Segismundo en esa “cárcel” llamada vida? ¿Por qué desea la libertad Segismundo? ¿De qué desea liberarse Segismundo? ¿De la vida misma? ¿La única libertad que saciará a Segismundo, que odia haber nacido, sería acaso–: la muerte?


Los jóvenes quieren liberarse del padre, pues saben que el padre fue el tirano déspota que los condenó a muerte. El adolescente desea liberarse del padre, pues este fue el verdugo implacable que decretó su muerte. En definitiva, el adolescente quiere liberarse del padre, porque lo odia, porque detesta su propia vida, y la vida le fue concedida sin voz ni voto. El padre obligó al hijo a nacer, y nacer es empezar a morir. La procreación es absolutista, la procreación es tiránica, la procreación es un abuso de poder de los padres, y los adolescentes odian haber nacido... Esta es la razón por la cual los jóvenes tienen ansias infinitas de libertad, como también esos otros adolescentes sempiternos–: los demócratas...

Para decirle sí a la vida–: hay que decirle no a la Democracia

domingo, 14 de febrero de 2016

SABIDURÍA DIONISÍACA

A mi alma gemela del conocimiento profundo:
¡Oh, amigo Zaratustra, oh alma gemela de la sabiduría dionisíaca, qué placer hay en todo baile, que divino es ser un bailarín de pies ligeros y bailar muy por encima de todas las tarántulas y de su picadura vengativa!

El hombre es un ser que debe ser superado, el hombre y su sed de venganza deben ser superados. La venganza del hombre es semejante a una tarántula sobre cuya espalda se asiente un negro símbolo: una pirámide, en cuya cúspide hállase un ojo que está ciego, que no ve nada; y en cuyos tres vértices están las tres armas de la venganza: la igualdad, la fraternidad y la libertad. ¡Cuántas tarántulas, cuántos vengativos hay escondidos en esas cavernas de la justicia, en esas cavernas de la revolución, de la igualdad, de la democracia! Pero algún día tiene que llegar el redentor de la venganza, el hombre que supere todo el resentimiento, todo afán de ajustar cuentas, ese hombre será semejante a un arco iris, habida cuenta de que representará la verdadera alianza, la auténtica reconciliación entre el hombre y los dioses del Azar, del Juego, de la Inocencia. ¡Y cuánto anhelo tengo yo de que venga el arco iris que dé fin a dos mil años de venganza cristiana! ¡Cuánto anhelo de que por fin llegue el verdadero redentor al que yo he bautizado como–: el superhombre!


miércoles, 3 de febrero de 2016

LA VENGANZA DE EDIPO

He comentado ya varias veces que cuando surge la conciencia, la certeza de que somos un ser-para-la-muerte, esa misma conciencia es la fuente nauseabunda de la que brota el odio hacia la propia vida, la sed de venganza contra los padres quienes nos sentenciaron a muerte desde el momento en que nacemos. Este odio contra la propia vida, esa maldición contra la existencia que alberga toda la humanidad, y esa venganza contra los padres son tan horrendos que la conciencia debe reprimirlos, hacerlos latentes y, por lo tanto, inconscientes para la conciencia misma. Edipo alberga en su interior dicha hostilidad contra la vida, contra el origen de la vida: la cópula de los padres –¿cómo explicar, si no, por qué huye de la casa de Pólibo, sino porque en su interior está latiendo, oculta, esa sed de venganza contra el padre, un deseo abominable de matarlo, un deseo truculento de ajustar cuentas con el padre, pues fue este quien le dio el ser-para-la-muerte? Edipo huye de Pólibo despavorido: así delata que en lo subterráneo de su conciencia está latente el deseo de matar al padre, deseo reprimido que no debe hacerse patente, pues es sumamente doloroso y angustiante. Este hacerse patente esa venganza reprimida es la tragedia de Edipo...

Situémonos en el meollo de la tragedia: el oráculo que vaticina el Destino de Edipo –perpetrar el parricidio y el incesto–. Aquí hace falta poner signos de interrogación, aquí hace falta, no el deducir, sino el descifrar el porqué es tan terrible el oráculo del dios Apolo. ¿No es todo un dios como Apolo capaz de ver en los corazones de los hombres, capaz de captar claramente lo que los hombres esconden debajo de sus conciencias, detrás de ellas? ¡Oh, por Zaratustra, cuán horrendos somos los dioses omniscientes, cuánta jovialidad necesitamos nosotros los dioses omniscientes para contemplar los oscuros misterios humanos, para interpretar los síntomas de la gran enfermedad humana, de la gran náusea de los hombres! El dios que dictó la profecía sabía que Edipo albergaba el odio hacia la vida, y por ende, la venganza contra el padre. Al huir, Edipo confirma la profecía abominable del oráculo que ha descorrido la cortina, que ha quitado el velo de la conciencia, para mostrar su inmundo deseo. La tragedia de Edipo es que no quiere ser un títere del Destino, la tragedia de Edipo es desafiar al Destino, la tragedia de Edipo es que no quiere ser un juguete de los azares divinos. ¡Oh, cuánta falta tenemos de ti, Zaratustra y de tu redención de todos los azares divinos, de la inocencia de todos los dioses que juegan en mesas áureas para dados y apostadores divinos!

La gran tragedia de Edipo es que quiere huir de sí mismo, la gran tragedia de Edipo es que quiere huir del Destino, del dios que ha vaticinado el parricidio porque ese dios sabe que Edipo alberga en su interior la sed de venganza contra el padre. Si Edipo no hubiese albergado esa venganza contra el padre, no hubiese huido de Pólibo, en primera instancia.

No debemos confundirnos, no debemos moralizar sobre la tragedia de Edipo, ¡pues la moral sólo es ceguera y confusión! Lo que aquí importa es leer con cuidado, leer entre líneas, auscultar al enfermo, saber qué le duele, saber por qué le duele el asesinato de su padre que fue tan accidental, saber por qué le duele la cópula con Yocasta, que fue también circunstancial. Lo que ocasiona la tragedia, la catarsis, es la conciencia, es el conocer esa sed de venganza contra el padre que latía latente dentro de Edipo y de la cual quiso huir paradójicamente. Incluso a sabiendas de que ha matado al padre accidentalmente, Edipo se acongoja, no por la muerte del padre, al que nunca conoció, con el que nunca cruzó una palabra cariñosa; para Edipo, Layo era un desconocido, ¿por qué le duele tanto a Edipo el asesinato fortuito de su padre, sino porque ese asesinato y su desvelamiento descubrieron que Edipo tenía ganas de matarlo? ¡Es este aflorar a la conciencia, a la luz del día, de esos sentimientos tan oscuros, tan siniestros, lo que detona el sufrimiento terrible y formidable de Edipo, su arrancarse los ojos!

La tragedia de Edipo no es otra cosa que la conciencia y su engendro perverso: la maldición contra la vida...