A mi alma gemela del conocimiento profundo:
¡Oh, amigo Zaratustra, oh alma gemela de la sabiduría
dionisíaca, qué placer hay en todo baile, que divino es ser un bailarín de pies
ligeros y bailar muy por encima de todas las tarántulas y de su picadura
vengativa!
El hombre es un ser que debe ser superado, el hombre y
su sed de venganza deben ser superados. La venganza del hombre es semejante a
una tarántula sobre cuya espalda se asiente un negro símbolo: una pirámide, en
cuya cúspide hállase un ojo que está ciego, que no ve nada; y en cuyos tres
vértices están las tres armas de la venganza: la igualdad, la fraternidad y la
libertad. ¡Cuántas tarántulas, cuántos vengativos hay escondidos en esas
cavernas de la justicia, en esas cavernas de la revolución, de la igualdad, de
la democracia! Pero algún día tiene que llegar el redentor de la venganza, el
hombre que supere todo el resentimiento, todo afán de ajustar cuentas, ese
hombre será semejante a un arco iris, habida cuenta de que representará la
verdadera alianza, la auténtica reconciliación entre el hombre y los dioses del
Azar, del Juego, de la Inocencia. ¡Y cuánto anhelo tengo yo de que venga el
arco iris que dé fin a dos mil años de venganza cristiana! ¡Cuánto anhelo de
que por fin llegue el verdadero redentor al que yo he bautizado como–: el superhombre!
FRAGMENTO DE EL EVANGELIO SEGÚN ZARATUSTRA
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