miércoles, 3 de febrero de 2016

LA VENGANZA DE EDIPO

He comentado ya varias veces que cuando surge la conciencia, la certeza de que somos un ser-para-la-muerte, esa misma conciencia es la fuente nauseabunda de la que brota el odio hacia la propia vida, la sed de venganza contra los padres quienes nos sentenciaron a muerte desde el momento en que nacemos. Este odio contra la propia vida, esa maldición contra la existencia que alberga toda la humanidad, y esa venganza contra los padres son tan horrendos que la conciencia debe reprimirlos, hacerlos latentes y, por lo tanto, inconscientes para la conciencia misma. Edipo alberga en su interior dicha hostilidad contra la vida, contra el origen de la vida: la cópula de los padres –¿cómo explicar, si no, por qué huye de la casa de Pólibo, sino porque en su interior está latiendo, oculta, esa sed de venganza contra el padre, un deseo abominable de matarlo, un deseo truculento de ajustar cuentas con el padre, pues fue este quien le dio el ser-para-la-muerte? Edipo huye de Pólibo despavorido: así delata que en lo subterráneo de su conciencia está latente el deseo de matar al padre, deseo reprimido que no debe hacerse patente, pues es sumamente doloroso y angustiante. Este hacerse patente esa venganza reprimida es la tragedia de Edipo...

Situémonos en el meollo de la tragedia: el oráculo que vaticina el Destino de Edipo –perpetrar el parricidio y el incesto–. Aquí hace falta poner signos de interrogación, aquí hace falta, no el deducir, sino el descifrar el porqué es tan terrible el oráculo del dios Apolo. ¿No es todo un dios como Apolo capaz de ver en los corazones de los hombres, capaz de captar claramente lo que los hombres esconden debajo de sus conciencias, detrás de ellas? ¡Oh, por Zaratustra, cuán horrendos somos los dioses omniscientes, cuánta jovialidad necesitamos nosotros los dioses omniscientes para contemplar los oscuros misterios humanos, para interpretar los síntomas de la gran enfermedad humana, de la gran náusea de los hombres! El dios que dictó la profecía sabía que Edipo albergaba el odio hacia la vida, y por ende, la venganza contra el padre. Al huir, Edipo confirma la profecía abominable del oráculo que ha descorrido la cortina, que ha quitado el velo de la conciencia, para mostrar su inmundo deseo. La tragedia de Edipo es que no quiere ser un títere del Destino, la tragedia de Edipo es desafiar al Destino, la tragedia de Edipo es que no quiere ser un juguete de los azares divinos. ¡Oh, cuánta falta tenemos de ti, Zaratustra y de tu redención de todos los azares divinos, de la inocencia de todos los dioses que juegan en mesas áureas para dados y apostadores divinos!

La gran tragedia de Edipo es que quiere huir de sí mismo, la gran tragedia de Edipo es que quiere huir del Destino, del dios que ha vaticinado el parricidio porque ese dios sabe que Edipo alberga en su interior la sed de venganza contra el padre. Si Edipo no hubiese albergado esa venganza contra el padre, no hubiese huido de Pólibo, en primera instancia.

No debemos confundirnos, no debemos moralizar sobre la tragedia de Edipo, ¡pues la moral sólo es ceguera y confusión! Lo que aquí importa es leer con cuidado, leer entre líneas, auscultar al enfermo, saber qué le duele, saber por qué le duele el asesinato de su padre que fue tan accidental, saber por qué le duele la cópula con Yocasta, que fue también circunstancial. Lo que ocasiona la tragedia, la catarsis, es la conciencia, es el conocer esa sed de venganza contra el padre que latía latente dentro de Edipo y de la cual quiso huir paradójicamente. Incluso a sabiendas de que ha matado al padre accidentalmente, Edipo se acongoja, no por la muerte del padre, al que nunca conoció, con el que nunca cruzó una palabra cariñosa; para Edipo, Layo era un desconocido, ¿por qué le duele tanto a Edipo el asesinato fortuito de su padre, sino porque ese asesinato y su desvelamiento descubrieron que Edipo tenía ganas de matarlo? ¡Es este aflorar a la conciencia, a la luz del día, de esos sentimientos tan oscuros, tan siniestros, lo que detona el sufrimiento terrible y formidable de Edipo, su arrancarse los ojos!

La tragedia de Edipo no es otra cosa que la conciencia y su engendro perverso: la maldición contra la vida...

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