¿Qué es el Paraíso? ¿Por qué se perdió? El Paraíso del
Génesis es una analogía, una metáfora de la infancia. Por eso está al principio
de la humanidad, porque simboliza el principio del hombre que es la infancia.
Muchas son las culturas que colocan una edad de oro, una época paradisíaca, una
Arcadia, al principio de los tiempos, justo porque esa época áurea es una
metáfora de la infancia. La realidad duele mucho, por ello, para soportarla,
para atenuarla, para disfrazar lo que es tabú, se recurre a la metáfora. De tal
guisa, por medio de la metáfora podemos dulcificar a la realidad, aun cuando la
tergiversemos, la simplifiquemos hasta lo absurdo. La pérdida del Paraíso está
contada como una analogía –¿y nadie se pregunta por qué?– por ello la
trasladamos al principio de los tiempos, como una fábula que ocurrió hace miles
de años, que les ocurrió a otras personas, a los primeros padres, quienes
fueron los únicos que gozaron de los dones paradisíacos, divinos. Esto es un
embuste, una huida cobarde de la realidad, y justo lo que hace falta es
hundirse en la realidad para conocerla.
La fábula remota de la pérdida del Paraíso atenúa esta
realidad que es tan dolorosa: esa pérdida no acaeció hace miles de años, en
algún lugar remoto, esta pérdida ocurre todos los días, ocurre aquí y allá,
ocurre en todos los lugares, ocurre todos los días, pues esa pérdida del
Paraíso es dejar de ser niños, esa pérdida del Paraíso es la conciencia. Pero
este hecho duele demasiado, por lo tanto hay que apartarlo, hay que alejarlo lo
más posible, como una fábula de tiempos inmemoriales; pues duele pensar
que esa pérdida ocurrió hace unos pocos años, nos ocurrió a nosotros, me
ocurrió a mí... Nosotros también gozamos de las delicias del jardín del
Edén, nosotros también perdimos el Paraíso, a causa de la conciencia...
Pero, a pesar de que duele, debemos analizar esa
pérdida del Paraíso como está referida en esa fábula de Adán y Eva. Debemos
analizar esa analogía a pesar de que precisamente por ser una analogía, una
metáfora, no refleja fielmente a la realidad, pues a menudo las analogías
tergiversan la realidad; no obstante ello, lo primero en que debemos reparar es
en cómo vivían los primeros padres, los que sí vivieron en el Paraíso terrenal –¿quién sabe, quizás podamos
recuperar el Paraíso? Pero la Torá nos dice muy poco sobre cómo vivían
los primeros padres, sin embargo, una de las cosas que sí menciona es que ni
Adán ni Eva tenían vergüenza, a pesar de que estaban desnudos. ¿Por qué no
tenían vergüenza de su desnudez? ¿Acaso porque eran tan inocentes –como los
niños?
Además, la Torá nos dice que Adán y Eva no
conocían el Bien y el Mal, es decir, que no eran moralistas. He aquí otro punto
crucial que podemos conocer de los primeros padres que vivían en el Paraíso:
eran inmoralistas, y justo porque eran inmoralistas vivían en el Paraíso. ¿Y
acaso los niños no son inmoralistas? ¡Benditas sean por siempre esas pequeñas
almas, traviesas, juguetonas, que jamás moralizan! Asimismo, sabemos de Adán y
Eva que no sabían qué era la muerte, que desconocían el concepto de la muerte,
que la muerte era algo tan vago, tan indefinido, que no tenían ese miedo
intelectual que sí tienen todos los hombres. ¿Justo por ello, Adán y Eva vivían
en el Paraíso? ¿Y acaso los niños saben lo que es la muerte? ¿Acaso los niños
tienen esa angustia intelectual del hombre hacia la muerte? ¿Acaso los niños
viven en el Paraíso porque no tienen conciencia de la mortalidad?
No ha lugar a dudas: el
Paraíso es una metáfora de la niñez, tal y como está referida en la Torá, y en todas las civilizaciones que
han inventado fábulas sobre una época dorada, sobre una arcadia, un lugar
fantástico, bucólico. Et in Arcadia ego!, exclamaban los griegos,
asegurando que ellos sí habían estado alguna vez en el Paraíso terrenal...
¡Cómo! ¿No se perdió el Paraíso terrenal hace miles de años? Quizás no se ha
perdido nunca, quizás..
Kant se equivocaba: no es la muerte lo que impide la
felicidad del hombre, sino el miedo a la muerte, y justo la conciencia se
alimenta del temor de perecer. La conciencia es la causa de todas las desdichas
humanas, la conciencia es la fuente de la que brotan todas las desgracias
terrenales, la causa de la pérdida del Paraíso. La conciencia mata a la
afirmación de la vida, la conciencia aniquila al santo decirle sí a la vida, la
conciencia engendra el odio hacia la vida. Por ello, no tengo ningún reparo en
afirmar que la conciencia moralista es la antítesis –del Evangelio...
AFORISMOS DE EL EVANGELIO SEGÚN ZARATUSTRA
No hay comentarios:
Publicar un comentario