domingo, 17 de enero de 2016

¿POR QUÉ SE PERDIÓ EL PARAÍSO?

¿Qué es el Paraíso? ¿Por qué se perdió? El Paraíso del Génesis es una analogía, una metáfora de la infancia. Por eso está al principio de la humanidad, porque simboliza el principio del hombre que es la infancia. Muchas son las culturas que colocan una edad de oro, una época paradisíaca, una Arcadia, al principio de los tiempos, justo porque esa época áurea es una metáfora de la infancia. La realidad duele mucho, por ello, para soportarla, para atenuarla, para disfrazar lo que es tabú, se recurre a la metáfora. De tal guisa, por medio de la metáfora podemos dulcificar a la realidad, aun cuando la tergiversemos, la simplifiquemos hasta lo absurdo. La pérdida del Paraíso está contada como una analogía –¿y nadie se pregunta por qué?– por ello la trasladamos al principio de los tiempos, como una fábula que ocurrió hace miles de años, que les ocurrió a otras personas, a los primeros padres, quienes fueron los únicos que gozaron de los dones paradisíacos, divinos. Esto es un embuste, una huida cobarde de la realidad, y justo lo que hace falta es hundirse en la realidad para conocerla.

La fábula remota de la pérdida del Paraíso atenúa esta realidad que es tan dolorosa: esa pérdida no acaeció hace miles de años, en algún lugar remoto, esta pérdida ocurre todos los días, ocurre aquí y allá, ocurre en todos los lugares, ocurre todos los días, pues esa pérdida del Paraíso es dejar de ser niños, esa pérdida del Paraíso es la conciencia. Pero este hecho duele demasiado, por lo tanto hay que apartarlo, hay que alejarlo lo más posible, como una fábula de tiempos inmemoriales; pues duele pensar que esa pérdida ocurrió hace unos pocos años, nos ocurrió a nosotros, me ocurrió a ... Nosotros también gozamos de las delicias del jardín del Edén, nosotros también perdimos el Paraíso, a causa de la conciencia...

Pero, a pesar de que duele, debemos analizar esa pérdida del Paraíso como está referida en esa fábula de Adán y Eva. Debemos analizar esa analogía a pesar de que precisamente por ser una analogía, una metáfora, no refleja fielmente a la realidad, pues a menudo las analogías tergiversan la realidad; no obstante ello, lo primero en que debemos reparar es en cómo vivían los primeros padres, los que sí vivieron en el Paraíso terrenal –¿quién sabe, quizás podamos recuperar el Paraíso? Pero la Torá nos dice muy poco sobre cómo vivían los primeros padres, sin embargo, una de las cosas que sí menciona es que ni Adán ni Eva tenían vergüenza, a pesar de que estaban desnudos. ¿Por qué no tenían vergüenza de su desnudez? ¿Acaso porque eran tan inocentes –como los niños?

Además, la Torá nos dice que Adán y Eva no conocían el Bien y el Mal, es decir, que no eran moralistas. He aquí otro punto crucial que podemos conocer de los primeros padres que vivían en el Paraíso: eran inmoralistas, y justo porque eran inmoralistas vivían en el Paraíso. ¿Y acaso los niños no son inmoralistas? ¡Benditas sean por siempre esas pequeñas almas, traviesas, juguetonas, que jamás moralizan! Asimismo, sabemos de Adán y Eva que no sabían qué era la muerte, que desconocían el concepto de la muerte, que la muerte era algo tan vago, tan indefinido, que no tenían ese miedo intelectual que sí tienen todos los hombres. ¿Justo por ello, Adán y Eva vivían en el Paraíso? ¿Y acaso los niños saben lo que es la muerte? ¿Acaso los niños tienen esa angustia intelectual del hombre hacia la muerte? ¿Acaso los niños viven en el Paraíso porque no tienen conciencia de la mortalidad?

No ha lugar a dudas: el Paraíso es una metáfora de la niñez, tal y como está referida en la Torá, y en todas las civilizaciones que han inventado fábulas sobre una época dorada, sobre una arcadia, un lugar fantástico, bucólico. Et in Arcadia ego!, exclamaban los griegos, asegurando que ellos sí habían estado alguna vez en el Paraíso terrenal... ¡Cómo! ¿No se perdió el Paraíso terrenal hace miles de años? Quizás no se ha perdido nunca, quizás..


Kant se equivocaba: no es la muerte lo que impide la felicidad del hombre, sino el miedo a la muerte, y justo la conciencia se alimenta del temor de perecer. La conciencia es la causa de todas las desdichas humanas, la conciencia es la fuente de la que brotan todas las desgracias terrenales, la causa de la pérdida del Paraíso. La conciencia mata a la afirmación de la vida, la conciencia aniquila al santo decirle sí a la vida, la conciencia engendra el odio hacia la vida. Por ello, no tengo ningún reparo en afirmar que la conciencia moralista es la antítesis –del Evangelio...

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