Sí, la conciencia es nihilista, la conciencia es el
origen, la fuente del nihilismo. El hombre, a diferencia de los animales, sabe
que va a morir– justo por ello siempre se ha considerado superior a los
animales. ¡Cuánta simpleza, cuánta chabacanería hay en esa supuesta superioridad!
Hasta ahora siempre se ha considerado al hombre superior a las bestias,
superior a todo lo que no tiene conciencia (Pascal consideraba que el hombre es
superior al rayo, porque tiene conciencia de su muerte), pero ha llegado la
hora, ha llegado el momento de poner las cosas de arriba abajo, de
enderezarlas, pues han estado boca abajo. El hombre es el único animal que odia
haber nacido, que odia su propia vida, a causa de la conciencia. Esto, a mis
ojos –con perdón–, lo hace infinitamente inferior a todas las bestias, pues la
fuente inagotable de ese resentimiento contra la vida es la conciencia. El
hombre es el único animal que reniega de su
vida, el único que calumnia a este mundo–: he
aquí su supuesta superioridad…
Para entender el
nihilismo, cómo surge, debemos, en primera instancia, entender qué es la
conciencia, cuál es la génesis de la conciencia. Antes de que la conciencia
aparezca, el hombre está en el Paraíso terrenal,
en el Jardín de las Delicias. Sin embargo, súbitamente, el hombre empieza a
intuir lo que es la muerte, empieza a vislumbrar que su vida tiene un fin.
Paulatinamente, esta intuición –que ocurre en los últimos años de la infancia–,
se va convirtiendo en una certeza. El hombre sabe que es polvo y que en polvo
se convertirá. De acuerdo con la Torá es
Dios mismo el que le advierte al hombre que morirá, aun cuando, a mi modo de
ver las cosas, fue la serpiente la que le susurra esa admonición al hombre, es
la serpiente la que ocasiona que el hombre tenga conciencia de la muerte.
¡Cómo! ¿La conciencia es un invento diabólico? ¿No se perdió el Paraíso por la
conciencia? ¿No surge la moral de la conciencia? ¡Podemos afirmar que la
conciencia es producto del Enemigo!
En efecto, la
conciencia es la pérdida del Paraíso, la conciencia es la que engendra el
repudio de esta vida, la vida pierde valor por culpa de la conciencia, por
culpa de la angustia de la muerte. Es la conciencia la que, al saberse que es
mortal, engendra la moral, la cual es producto del miedo a la muerte, pues la
moral repudia todo lo malvado, todo lo terrible de la existencia, todo lo que
le hace daño, todo lo que mata. El hombre moraliza, el hombre separa el Bien
del Mal, a causa de su temor al trance funesto. ¡Y los sacerdotes nos han enseñado
que “dios” es moralista! ¡Pero la moral es miedo al abismo eterno!.. ¡Por San
Aristófanes! ¡Los cristianos creen en un “dios” que le tiene miedo a la muerte!
El hombre sabe que
va a morir, que se convertirá en polvo, por ende el mundo se transforma, ya no
es un jardín del Edén, sino que por el contrario, para el hombre concienzudo, para el hombre que sabe que
va a morir, el mundo se transfigura en un “valle de lágrimas” que no vale nada,
al que debemos renunciar: de tal guisa surge la hostilidad hacia la vida. No
hay duda: la conciencia engendra ese odio hacia la propia vida, ese repudio nauseabundo, enfermizo, depravado, contra
el hecho de haber nacido. Séneca afirmaba que ningún hombre consciente querría
nacer, pero yo pregunto, por vida mía: ¿cómo querría nacer quien ya odiase
haber nacido, por culpa de la conciencia? ¿Cómo querría nacer un hombre
concienzudo, habida cuenta de que la conciencia es el repudio de esta vida?
Para amar a la
vida, para desear la vida, para bendecir el día en que se nace, hace falta una
fortaleza de espíritu, hace falta ser un abismo de alegría, hace falta ser una
mar profunda de jovialidad para no contaminarse con esa sucia corriente
–llamada conciencia–, que es la maldición sobre la vida, que es el perverso y disangélico
decirle no a la vida. Hace falta ser una fuente de felicidad que se desborda a
fin de amar a la vida. En definitiva, para decirle sí a la vida sería menester
ser–: un superhombre...
AFORISMOS DE EL EVANGELIO SEGÚN ZARATUSTRA
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